Cuando observo la historia, los grandes movimientos en los mercados de materias primas no son eventos aislados, sino fases de un ciclo que combina política monetaria, fortaleza o debilidad del dólar y necesidades estructurales de la economía global. Cada vez que el dólar entra en una fase de debilitamiento tras un periodo de fortaleza excesiva, los commodities tienden a iniciar un superciclo alcista. Esto ocurrió tras la burbuja puntocom, cuando la liquidez global y la expansión de China impulsaron una década de auge en energía, metales y alimentos.
Hoy, creo que estamos a las puertas de un escenario similar. No hablo de un horizonte de uno o dos años, sino de una oportunidad que podría desarrollarse en los próximos cinco a ocho años. En ese marco, el gas natural destaca como una de las materias primas más estratégicas.
La demanda energética seguirá creciendo, especialmente en economías emergentes, y ya empezamos a ver señales de tensiones: crisis energéticas localizadas, apagones y una infraestructura que no se adapta lo suficientemente rápido. Las energías renovables son el futuro, pero aún no pueden suplir toda la demanda. En una transición de este tipo, el gas natural cumple un papel esencial: es más limpio que el carbón y el petróleo, más flexible en su uso, y cada vez más adoptado por países que buscan equilibrar crecimiento con reducción de emisiones.
Invertir en gas natural hoy puede ser visto como se pensaba en el oro en los años 70 o incluso en Bitcoin en la última década: un activo que se beneficia de ciclos macroeconómicos de liquidez e inestabilidad, pero respaldado en este caso por una demanda física ineludible. La clave está en anticipar el ciclo: la debilidad del dólar y el repunte de las materias primas suelen coincidir, y el gas natural parece bien posicionado para ser uno de los ganadores de ese próximo movimiento estructural.
Hoy, creo que estamos a las puertas de un escenario similar. No hablo de un horizonte de uno o dos años, sino de una oportunidad que podría desarrollarse en los próximos cinco a ocho años. En ese marco, el gas natural destaca como una de las materias primas más estratégicas.
La demanda energética seguirá creciendo, especialmente en economías emergentes, y ya empezamos a ver señales de tensiones: crisis energéticas localizadas, apagones y una infraestructura que no se adapta lo suficientemente rápido. Las energías renovables son el futuro, pero aún no pueden suplir toda la demanda. En una transición de este tipo, el gas natural cumple un papel esencial: es más limpio que el carbón y el petróleo, más flexible en su uso, y cada vez más adoptado por países que buscan equilibrar crecimiento con reducción de emisiones.
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