Azúcar, un veneno antidepresivo para esta era de inflacción


Es verdaderamente asombroso contemplar cómo el consumo de azúcar se ha arraigado por completo en nuestra sociedad moderna. En su obra profética, George Orwell planteaba que la humanidad requeriría algún tipo de droga para enfrentar una realidad cada vez más opresiva. Aunque sospecho que en esta era digital, el principal candidato para cumplir ese rol es la liberación de dopamina a través del uso constante de teléfonos móviles y redes sociales, no podemos pasar por alto el impacto significativo que el azúcar tiene en nuestras vidas, situándose posiblemente en un cercano segundo lugar.

Es crucial reflexionar sobre cómo hemos llegado a depender tanto del azúcar en nuestras vidas. Lo más inteligente es no perder de vista dos verdades categóricas: la primera, aquellos que se benefician de una situación problemática se convierten automáticamente en los principales sospechosos sobre su implicación en la generación de dicho problema. En segundo lugar, la industria farmacéutica es un grupo criminal que busca obtener clientes a través del engaño a las poblaciones. Uno de los crímenes más notorios cometidos por esta industria es la crisis de los opiáceos en la década de 1990.

El azúcar ahora forma parte del abanico de drogas antidepresivas que el sistema nos proporciona para sobrellevar la cada vez más evidente esclavitud financiera.

Desde que los gobiernos decidieron llevar a cabo un secuestro inconstitucional de sus poblaciones (al menos así fue juzgado en España), el aumento de los problemas mentales, especialmente en relación con la depresión y la ansiedad, podría haber sido uno de los factores determinantes que explican el incremento de precios de los activos que, casualmente, comienza a principios de 2020, coincidiendo con las brillantes medidas tomadas.

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